Operación Babylift: Cuando EEUU secuestró 3 mil niños vietnamitas
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Publicado: 01/08/2025 03:54 PM
Hace 50 años, cuando finalizaba
la guerra de Vietnam en abril de 1975, EEUU llevó a cabo la
operación BabyLift, en la que secuestró a más de 3 mil niños nativos y mestizos
(niños producto de violaciones a mujeres vietnamitas por soldados estadounidenses) en una controvertida acción sobre
la que quedan preguntas sin responder.
En una conferencia de prensa
en San Diego, el 3 de abril de 1975, el presidente estadounidense Gerald
R. Ford, luego de saberse derrotado, declaró: "Estamos presenciando
una tremenda tragedia humanitaria con la huida de innumerables vietnamitas de
la ofensiva norvietnamita. He solicitado a los funcionarios estadounidenses en Saigón
que actúen con urgencia para reducir los trámites burocráticos que dificultan
el traslado de estos niños a EEUU", según el archivo de la Biblioteca
Presidencial Gerald R. Ford, el presidente estadounidense anunció la
movilización de 2 mil millones de dólares en fondos de ayuda exterior para
"llevar a miles de niños a un lugar seguro en EEUU y otros
países".
Tal y como lo hicieron en Cuba
en 1960 con la Operación Peter Pan, el anuncio se produjo
semanas antes de que la ciudad fuera tomada por los comunistas, tras una serie
de rumores (misma estrategia usada en la isla) que circulaban en Saigón que
decían que los niños nacidos de madres vietnamitas y padres estadounidenses
serían "masacrados" y "violados" por los comunistas.
De acuerdo con la
investigación del periodista del portal Radio
Francia Internacional (RFI), Chi Phuong, “los rumores alimentaron
aún más el temor a represalias contra cualquier simpatizante del ejército
estadounidense y el régimen de Vietnam, que tendrían como primer
objetivo las personas mestizas, consideradas hijos del enemigo. También se
rumoreaba que los orfanatos católicos, apoyados por organizaciones
estadounidenses e internacionales, serían atacados, y que las fuerzas
comunistas reclutarían huérfanos como escudos humanos o como soldados”.
Esta tensión social
provocada, dio lugar al inicio de la Operación Babylift, a menos de 48 horas después de las declaraciones de Ford y
con el apoyo de la Embajada de EEUU en Saigón, así como de
numerosas organizaciones humanitarias y voluntarios, el primer vuelo despegó el
4 de abril de 1975 desde el aeropuerto de Tan Son Nhat, un
avión militar estadounidense, con más de 300 personas a bordo, en su mayoría
niños y tripulación.
En ese momento, el ambiente
era caótico en Saigón. Aquel desorden y confusión siguen todavía
muy presentes en la mente de Phillip R. Wise, entonces enfermero militar de 23
años de edad a cargo de la sección médica de aviación de la fuerza aérea
estadounidense de una base en Filipinas, asignada a Saigón:
“Recuerdo oír disparos en la parte de atrás y poder sentir el miedo en las
voces y el llanto. Colocamos a los niños, desde los recién nacidos a los de 3
años en el compartimento de las tropas, dos por asiento, con una almohada entre
ellos y los cinturones de seguridad. Había 80 asientos. Y los niños mayores y
los voluntarios estaban abajo en la bodega, con nosotros”.
Wise detalló
que “apenas 10 minutos después del despegue, debido a un fallo técnico, la
puerta trasera del avión se desprendió del fuselaje en pleno vuelo, a más de
7 mil 500 metros de altitud. Dada la rápida descompresión, en la parte de
abajo no nos quedaba oxígeno para respirar, pero en el piso de arriba, sí. La
tripulación pudo usar tanques de oxígeno para atenderse a sí misma y luego a
los niños. Nos sujetamos con los niños a las cajas de carga. El piloto intentó
regresar al aeropuerto, pero el sistema hidráulico falló y el avión se estrelló
en un arrozal".
En esta tragedia murieron más
de 130 personas, incluidas 44 mujeres voluntarias y 78 niños. Luego de esto, otras
aerolíneas como Pan Am, World Airways, United o Flying Tiger
Line continuaron con la misión. La Operación BabyLift finalizó
el 26 de abril de 1975, evacuando a más de 3 mil niños. Alrededor de 2 mil
fueron adoptados en EEUU y 1.300 fueron enviados a países como Francia, Canadá,
Australia, Alemania o Bélgica.
Ese accidente aéreo fue el
primer vuelo oficial de la Babylift, e inmediatamente,
miles de padres potenciales en EEUU y otros países se inscribieron para
recibir a sus hijos en adopción y los jóvenes huérfanos de guerra, otros hijos
abandonados de militares estadounidenses y otros abandonados por familias que
temían por su bienestar y seguridad, fueron dispersados por nuevos hogares en
tierras lejanas.
Al poco tiempo, la operación
se cuestionó al descubrirse que algunos de los adoptados tenían padres o
familiares vivos que no habían dado su consentimiento para su traslado, ahora,
luego de 50 años, algo es innegable: transformó las identidades y a las familias
de los afectados para toda la vida.
Casi de inmediato, luego de 3
semanas de iniciado el secuestro de niños, surgieron informes de madres y
familiares vietnamitas que protestaban por haber entregado a sus hijos para su
cuidado sin percatarse de que serían evacuados del país. La mayoría de estos
adoptados no se reunirían con sus familias durante décadas, si es que alguna
vez lo hacían.
La Operación Babylift,
una misión para expulsar de Vietnam a niños considerados
huérfanos, fue calificada como una misión humanitaria implementada por EEUU, como
reacción directa a la inminente caída de Saigón. La controversia en
torno a ésta se extendió al surgir preguntas sobre la verdadera
motivación de los esfuerzos estadounidenses para evacuar a los niños de Vietnam:
¿Estaba EEUU realmente preocupado por el destino de estos bebés o estaba
más interesado en generar la única imagen positiva posible luego de una guerra
desastrosa? La compleja naturaleza de estas operaciones invita a explorar
las motivaciones y consecuencias de la llamada política humanitaria en
norteamericana.
La profesora de la Universidad
de Kentucky, Bethany Sharpe, escribió un libro llamado “Intenciones
equivocadas: Operación Babylift y las consecuencias de la acción humanitaria”,
en el que describió la situación por la que atravesaron las familias
vietnamitas: “Ellos entendían los orfanatos como lugares de acogida para sus
hijos en tiempos de extrema angustia provocados por los estragos de la guerra.
Llevaban a sus hijos a estos hogares temporalmente con la intención de
recuperarlos. Ante estas diferentes interpretaciones del proceso de adopción,
muchos de los niños secuestrados, no eran huérfanos”.
La profesora Sharpe
explicó que “poco después de llegar a EEUU y establecerse con nuevas
familias, los padres de los niños vietnamitas encontraron a sus hijos e
iniciaron el proceso para reclamarlos, solo para descubrir que sus derechos
parentales legales habían sido cancelados. Una madre vietnamita que lucha por
recuperar a sus hijos explicó así su comprensión de la adopción: Para entender
mi historia… piensen que están atrapados en una casa en llamas. Para salvar la
vida de sus bebés, los dejan en manos de la gente que está afuera para que
los recojan. Son buenas personas las que los recogerían, pero luego encuentran
la manera de escapar también del fuego, y agradecen a la gente por recuperar a
sus bebés, e intentan llevárselos. Pero la gente dice: ¡Oh, no! Estos bebés ya
son nuestros, no pueden recuperarlos”.
Como parte de la política estadounidense
de secuestro de niños bajo la figura de ayuda humanitaria, algunos tribunales
de California, Michigan e Iowa ordenaron la repatriación
de algunos niños vietnamitas a sus padres biológicos, pero muchos otros
ordenaron que permanecieran con sus padres adoptivos.
En una demanda colectiva
interpuesta contra Henry Kissinger, en la que se reclamaba el derecho a
repatriar a los niños con sus padres, los tribunales declararon que la demanda
carecía de fundamento colectivo y por lo tanto, no podía avanzar. Al renunciar
a la responsabilidad de repatriar a padres e hijos, las demandas borraron la
presencia de la madre biológica, reforzaron la imagen de la cultura vietnamita
como una cultura que no cuida a sus hijos de la misma manera que las madres y
familias estadounidenses, y silenciaron las preguntas sobre la naturaleza del
humanitarismo estadounidense.
Pareciera entonces que el gobierno
estadounidense ha blanqueado el delito de secuestrar niños como política de
guerra y con la excusa de que en su país no están seguros. Sobre todo, porque EEUU no ofrece un entorno seguro para nadie, ya que existe un deterioro social expresado en el uso indiscriminado de
armas, casos de pedofilia, naturalización del uso de drogas, entre otras realidades que ponen en tela de juicio la
premisa que pretende justificar tal crimen.
AMELYREN BASABE /REDACCIÓN MAZO