Las Termópilas en La Victoria
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Publicado: 13/02/2019 11:51 AM
A principios de 1814
Venezuela vivía una verdadera guerra de exterminio. José Tomás Bóves, un
genocida consumado, había logrado soliviantar los ánimos de miles de peones de
haciendas contra los dueños independentistas y así aumentó considerablemente la
proporción de sus grupos armados, infestando con la más cruel de las masacres todo lo que pisaban los cascos de su brutal caballería. El terror inundó de espanto a toda
la naciente república.
El 03 de febrero de
1814 en La Puerta, el General revolucionario Vicente Campo Elías con 3000 combatientes plantó batalla contra 7.500
peones del facineroso Bóves. La derrota
republicana fue total y casi la totalidad de nuestros soldados fueron pasados a
cuchillo en un verdadero festín de sangre.
Pero Bolívar era
hecho con fuego del cielo para alumbrar las tempestades, su espíritu luminoso
supo medir la extensión del peligro que amenazaba y entonces diseñó un nuevo
plan estratégico de guerra ofensiva para impedir la toma de Caracas, para ello se desplazó con una parte de las
tropas de Puerto Cabello a la ciudad de Valencia.
Envió al General
Aldao a fortificar el estrecho de La Cabrera y las reliquias del ejército de Campo Elías a
reagruparse en ese lugar. Al General Mariano Montilla dio instrucciones de abrirse
paso entre las líneas boveras para llevar instrucciones al General José Félix
Ribas
Ribas organizó en
Caracas una división compuesta de algunos veteranos, voluntarios y seminaristas
que parten rumbo a La Victoria. Fueron 800 estudiantes de colegios y 85 seminaristas del Seminario de Santa Rosa
de Lima, de edades comprendidas entre los 12 y 20 años, pero llenos de la más asombrosa fé
revolucionaria que libraron un episodio lleno de verdadera
heroicidad. De Caracas a la Victoria la pequeña tropa de jóvenes estudiantes
entonaban los cantos de libertad, igualdad y fraternidad al mando de su bisoño
Leónidas.
Antes de entrar en
batalla José Félix Ribas se dirigió a ellos en estos términos:
“Soldados: Lo que
tanto hemos deseado se realizará hoy: he
ahí a Bóves. Cinco veces mayor es el ejército que trae a combatirnos; pero aún
parece escaso para disputarnos la victoria. Defendéis del furor de los tiranos
la vida de vuestros hijos, el honor de
vuestras esposas, el suelo de la patria; mostradle vuestra omnipotencia. En
esta jornada que será memorable, ni aún podemos optar entre vencer y morir:
¡necesario es vencer!
No faltaron las
pugnas internas. Mariño agravó torpemente la situación desconociendo la
autoridad de Bolívar y haciendo juego de brazos cruzados sin brindar apoyo
inmediato, ni apersonarse a brindar el concurso de sus tropas. Ni Barcelona, ni Cumaná reconocían la jerarquía al máximo
jefe y desde la distancia indiferente observaban sin interesarle los
resultados.
El día doce (12) de
febrero a las 8:00 de la mañana Bovés
ordenó a sus más 4800 peones atacar, su subjefe, el sanguinario Morales, arremetió contra
todas la calles de la Villa matando
todas las avanzadas patriotas y reduciendo el escenario de la batalla al
cuadrilátero de la plaza. Allí entre esas cuatro esquinas estaba Ribas con su
bravos ofreciendo la más tenaz resistencia y dominando el teatro de operaciones con
tiradores apostados en el campanario de la Iglesia.
De todas las
bocacalles de la Plaza surgía dando ánimos José Félix Ribas y lucía, cual boina
roja republicana, el gran gorro frigio revolucionario. Bajo sus pies cayeron
uno tras otro sus tres caballos de brega,
y sus más leales y mejores oficiales perecían a su lado.
Durante las primeras 8 horas de la batalla el sanguinario Morales
lanzó 9 cargas pero el gran espíritu de las tropas patriotas sobrevolaba alto y
a fuego vivo repelía las arremetidas con mayor firmeza. Los realistas comenzaron entonces a abrir
boquetes en las casas aledañas para fijar puntos de ataque y disparar
certeramente contra los jefes. Cayó así nuestro Coronel merideño Ribas Dávila. En este punto de la historia la situación de
nuestros revolucionarios estaba verdaderamente comprometida.
Eran las 4:30 de la
tarde, de nuestras tropas solo quedaban la mitad y Morales renovaba
incesantemente sus filas realistas con peones frescos. En ese minuto de nuestra
Termopilas, de la vía que viene de San Mateo, se levantó una densa polvareda.
Eran los refuerzos patriotas de la caballería de Vicente Campo Elías. Al
instante Ribas designó una fuerza de 100 jinetes y 50 cazadores al mando de
Mariano Montilla para facilitar la entrada de los refuerzos al escenario de la
batalla.
La repentina salida
de Montilla rompiendo la franja opositora y abriéndose paso entre las líneas
enemigas para traer los refuerzos hizo
aparecer el relámpago del triunfo. Con la entrada de Campo Elías y sus 220 de caballería los enemigos
quedaron desarticulados. José Félix Ribas aprovechando lo favorable de la
circunstancia y siempre atento a buscar el desenlace rompió el cerco de la
plaza haciendo en los peones enemigos el mayor estrago posible, quedando dueño del campo de batalla.
La desbandada
realista fue perseguida hasta el anochecer y al día siguiente la acción fue
rematada hasta ver que Morales derrotado
y sus peones pusieron pies en polvorosa.
Así la paz de Caracas quedó asegurada. Hoy
rendimos homenaje a los que con tan pocos recursos y tan pocos años de vida fueron verdaderos héroes que dieron el todo por el
todo. La batalla de La Victoria es una
lección de vida y su legado nos da
la patria que hoy debemos defender.
¡¡UNIDAD, LUCHA, BATALLA Y VICTORIA!!
¡VENCEREMOS!
ALEJANDRO CARRILLO GARCÍA