¿Decadencia? La inminente caída del imperio estadounidense (1)
Escucha esta noticia: 🔊
Tu navegador no muestra audio
BBC Mundo
Publicado: 03/10/2025 05:00 PM
EEUU es
un imperio desde el siglo XX, informal, globalizado, tecnológico y
financiero, basado más en la influencia que en la ocupación directa. Algunos lo
llaman “imperio liberal”, otros “imperio de consentimiento”, o incluso “imperio
hegemónico”.
Hoy, frente a las profundas
transformaciones del siglo XXI, cabe preguntarse si estamos presenciando el
inicio del declive del imperio estadounidense, o si, por el contrario, éste
posee los recursos y la capacidad de adaptarse para seguir liderando el orden
mundial.
A diferencia de Gran
Bretaña y otros Estados europeos, EEUU no pudo desarrollar un
proyecto colonial, con la convicción de que todas las regiones del continente
norteamericano debían integrarse a su territorio más pronto o más tarde, tal
como pasó con Canadá, a la que intentó separar del imperio británico sin
conseguirlo. Por eso tuvo problemas en apoderarse de territorios adyacentes que
no se adecuaban al modelo, sobre todo porque no habían sido colonizados o no
eran colonizables por anglos blancos, como Puerto Rico, Cuba y
diversas islas del Pacífico.
El periodista Eric
Hobsbawm realizó, en 2008, una investigación llamada El declive
del imperio norteamericano, en la que explicó que “desde una perspectiva
histórica, todos los grandes imperios de la humanidad han compartido un ciclo
vital similar: nacen, crecen, alcanzan un esplendor máximo y eventualmente
declinan. Tradicionalmente, un imperio es un sistema político en el cual un
Estado central domina extensos territorios y poblaciones diversas, ya sea por
conquista militar, dominación política directa o control económico militar, y
cultural”.
De acuerdo a esta conceptualización,
EEUU mantiene un poder militar global sin precedentes. Posee más de 750
bases militares en 80 países y mantiene presencia en todos los continentes. Igualmente,
tiene la capacidad de proyectar fuerza en cualquier punto del planeta.
Detalló Hobsbawm que la influencia económica y financiera estadounidense es mundial. La Reserva Federal y Wall Street influyen de forma determinante en los mercados globales. Las empresas multinacionales más grandes como Google, Apple y Amazon son de ese país. Además, su fortaleza cultural y tecnológica es definitiva. Desde Hollywood hasta Silicon Valley y pasando por las redes sociales, música, moda, etc.
El estilo de vida
estadounidense (American Way of Life o American dream), en gran medida, ha sido
exportado globalmente. La tecnología, desde Microsoft, por ejemplo; la inteligencia
artificial, hasta Netflix, imponen estándares mundiales, que les permite la
manipulación mediática mundial a favor de sus intereses.
Por otro lado, el dominio
institucional y diplomático le permitió a EEUU apropiarse de la Organización
de Estados Americanos (OEA), la Organización de las Naciones Unidas
(ONU), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), entre otras. Debido a esta
influencia, tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas. Intervino política y militarmente en países de Europa
durante la I y II guerras mundiales, así como en Vietnam, Laos, Camboya,
Irak, Afganistán, Yemen, y en países de Latinoamérica y
África.
El historiador estadounidense Daniel
Immerwahr, respecto a este tema, escribió en marzo de 2025 que “la
globalización, los avances tecnológicos, la revolución digital, el ascenso de
Asia y las tensiones internas dentro de las democracias occidentales han
transformado profundamente el tablero geopolítico. Ante este panorama, surgen
interrogantes legítimos: ¿Está EEUU en decadencia? ¿Será desplazado por
potencias emergentes como China, la India o incluso Brasil?
¿O será capaz de reinventarse, como lo ha hecho en el pasado, y reafirmar su
liderazgo global?”
Immerwahr comentó que “aunque EEUU sigue siendo la economía más grande del mundo, China lo ha alcanzado en paridad de poder adquisitivo y se proyecta que lo superará en PIB nominal antes de 2030. En el terreno militar, el país norteamericano lidera en gasto de defensa con casi 40% del gasto militar global, cuenta con cientos de bases militares en el mundo y mantiene una superioridad cualitativa en capacidades estratégicas. Ninguna otra nación tiene esta capacidad bélica. A pesar de ello, China está cerrando la brecha con rapidez, con avances significativos en tecnología militar, armamento hipersónico, y flota naval.
A pesar de todas las fortalezas expuestas, desde la psicología social y política, Steven Pinker detalló que “uno de los signos más preocupantes del presente estadounidense no es externo, sino interno. La creciente polarización política, la pérdida de confianza en las instituciones democráticas, el auge del populismo y la fragmentación cultural, son síntomas de una posible crisis de identidad nacional. Estos elementos no implican necesariamente decadencia, pero sí un debilitamiento de la cohesión que históricamente ha sido fuente de fortaleza”.
Pinker analizó
que “esta dinámica comenzó a erosionarse de forma acelerada tras la elección de
Barack Obama en 2008. A partir de ese momento, ambos partidos (Republicano y Demócrata) comenzaron
a radicalizarse y a distanciarse del centro político y social. El discurso
político se endureció, los acuerdos se convirtieron en traiciones para las
bases más ideologizadas y el Congreso se transformó en un campo de batalla
permanente. El Poder Judicial, históricamente visto como un árbitro imparcial,
ha sido arrastrado al torbellino de la politización. Hoy, las decisiones de la
Corte Suprema son interpretadas según la afiliación de sus jueces y no por su
apego al derecho”.
Ante esto, más que una decadencia inevitable, lo que enfrenta EEUU es un replanteamiento de su hegemonía. El mundo de hoy no permite ya la supremacía unipolar, la complejidad de la geopolítica global marcan el tránsito hacia un orden multipolar.
La historia ha demostrado que
los grandes imperios y democracias no caen necesariamente por invasiones
externas o crisis económicas, sino por sus propias fracturas no resueltas. El
colapso suele comenzar cuando el diálogo se rompe, cuando los adversarios se
convierten en enemigos y cuando los partidos políticos, lejos de construir
puentes, excavan trincheras.
Hoy, con el cierre de su gobierno, sin presupuesto aprobado y gran parte de la administración federal a la deriva, EEUU enfrenta una polarización profunda que amenaza con erosionar sus cimientos democráticos. El sistema bipartidista, que por décadas fue una fuente de equilibrio y estabilidad, ha derivado en una confrontación permanente donde lo importante ya no es avanzar en políticas públicas, sino bloquear al otro, deslegitimarlo y, en muchos casos, demonizarlo ante la opinión pública.
AMELYREN BASABE/REDACCIÓN MAZO