Cómo entender la cultura del nepotismo colombiano
Publicado: 28/10/2022 05:30 PM
En Colombia lo que importa es el apellido.
El abolengo ha sido un ingrediente esencial en desarrollo de las relaciones
sociales, económicas, políticas, culturales y militares de los seres humanos a
finales de siglo, pero se mantiene viva aún en el vecino país. El impacto es
tal, que muchos se han sostenido con la fama del apellido, así no tengan como
respaldarlo con otros valores.
Así
como en las monarquías, los grandes apellidos se han trasladado de generación en
generación, por distintos cargos de poder como la jefatura de Estado y el
Parlamento. Así lo explica el periodista Reinel Gutiérrez en su artículo
publicado en el Diario Proclama del Cauca en 2010, cuando plantea que “mencionar
Lleras, Ospina, López, Pastrana, Turbay, entre otros, para entender que están
figurando en el protagonismo socio-político a través de los nietos, primos,
sobrinos, etc., lo mismo que Lloreda, Uribe, Sharp, Restrepo, Valencia, entre
otros”.
Añade
el periodista que en los pequeños pueblos también existen los notables que
consideran que ser Iragorri, es mucho más que Fernández, o Tróchez y los
orgullos se expanden hasta crear odios y malos entendidos. “Mosquera que se
respete, no se deja de nadie”, gritan al salir de la misa, o en el bar del
lugar.
Históricamente, en Colombia las esferas política y económica se han relacionado según patrones complejos y singulares, que se alejan bastante de los modelos vigentes en la región. Colombia nunca se ajustó bien al esquema regional, ya que ha seguido una trayectoria muy particular. Durante el siglo XIX y a principios del XX, el historiador inglés Malcolm Deas, investigador y observador de la sociedad colombiana, hizo notar en muchos de sus escritos que las élites económicas y políticas del país se diferenciaban claramente, y que además tenían relaciones limitadas, en las cuales afloraba fácilmente la desconfianza recíproca. Explica que “esto se debe a que Colombia, contrariamente a muchos de sus vecinos, no logró insertarse con éxito en el sistema agroexportador característico del periodo 1870-1930. Su principal producto de exportación, el café, solo alcanzó a cumplir realmente este papel en la década de 1920”. Antes de eso, la economía colombiana no experimentó los booms característicos de la región y registró un desarrollo lento, con un mercado muy estrecho y afectado por las dificultades de comunicación entre las regiones. Colombia era un país muy pobre, incluso dentro del contexto regional y esto no solo dificultó la aparición de una élite económica nacional potente, sino que además limitó drásticamente el desarrollo del Estado.
¿Cómo
se distribuye el poder político en Colombia?
El
origen económico del poder político en el nivel subnacional se puede explicar a
partir de una tipología en el caso colombiano. El profesor Juan David Velasco del Instituto de
Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad
Nacional de Colombia, en 2014 planteó una diferenciación del poder en la
provincia a partir de las diferencias socioeconómicas de los
políticos. Así explicó que en primer lugar, los aristócratas son aquellos individuos pertenecientes a familias que
han ocupado los principales cargos del poder ejecutivo y se caracterizan por
tener un nivel de educación alto. Un ejemplo claro de políticos aristócratas
han sido las familias Santos, Turbay y Lleras, que le deben su estatus al
linaje que les antecedió. En segundo lugar, los profesionales del voto que son los políticos que operan la mayoría
de relaciones clientelistas y se mantienen en el poder dependiendo de su
capacidad para distribuir bienes y servicios públicos. Por último, el concepto
de gamonal corresponde a los
políticos que no tienen un linaje en los cargos estatales y que son dueños de
grandes extensiones de tierra. Esta última clase de político es la que explica la
relación entre la distribución de los factores económicos y el sistema político
en Colombia.
El
sociólogo e investigador Absalón Machado,
publicó en 1998 su libro La cuestión
agraria en Colombia a fines del milenio, que el modelo de desarrollo “mantiene una estructura agraria
bimodal excluyente y que configura dos polos de tenencia de propiedad de la
tierra: uno conformado por un gran número de propietarios con muy poca tierra
(minifundio) y otro donde un porcentaje pequeño de propietarios monopolizan un
alto porcentaje de ella”. Corresponde entonces a una estructura agraria
tradicional dominada por la coexistencia del latifundio, con títulos de
propiedad y concentración del poder político y el minifundio, sin acceso a la
propiedad privada y con limitaciones y subordinación a las relaciones
socio-económicas de la aparcería y el arrendamiento.
Ante
ésta realidad, las relaciones de poder siguen girando alrededor de los
apellidos, así vemos en Colombia los
conocidos como delfines, que son los
hijos de políticos que aspiran a ingresar al servicio público, especialmente a
quienes quieren ocupar los cargos que desempeñaron sus padres. Los
herederos, o delfines, como se les conoce popularmente (en referencia al título
de ‘Delfín’, que se daba al hijo legítimo del monarca reinante como heredero al
trono de Francia) son quienes le están dando forma al presente y futuro del
país.
Diego Martínez Lloreda,
director de información del diario colombiano El País, explica que el
hecho de que las casas políticas traten de perpetuarse es una vieja costumbre,
teniendo como precedente las elecciones de 1974, cuando los tres candidatos (Alfonso
López Michelsen, Álvaro Gómez Hurtado y María Eugenia Rojas) ya eran delfines.
Explica que es una modalidad, antigua y tradicional, además de lógica: “Es
natural que el hijo de un médico quiera seguir la medicina, el hijo de un
abogado quiera ser un abogado; me parece que esto tiene algo de lógica”.
El
principal contradictor en los estrados judiciales del expresidente Uribe, el
senador Iván Cepeda Castro, es otro
de ellos. Su padre, Manuel Cepeda Vargas, senador por la izquierdista Unión Patriótica, fue asesinado dentro
del llamado “Golpe de Gracia”, un plan para terminar con los pocos dirigentes
que quedaban de ese partido en los años 90, luego de una acción sistemática de
paramilitares y agentes del Estado colombiano, denominada “Baile Rojo”, que
dejó miles de muertos la década anterior.
Cepeda
reclama con indignación, que se les llame “herederos del poder” a quienes
tuvieron que sufrir de orfandad y violencia: “No es automático poder abrirse
paso cuando se proviene de un hogar en el cual padre y madre han sido objeto de
persecuciones intensas, que incluso han llevado al asesinato”, dice el senador.
Por lo tanto, explica, la figura del delfín no es la adecuada. “Aquí lo que hay
son hijos e hijas de procesos de resistencia y de lucha, por vencer la
impunidad y construir una alternativa”.
En Colombia, la lista de delfines es
larga: Valencia, Ospina, Mosquera, López, Santos y Lleras sobresalen como los
comunes, pero hay muchos más, que no sólo aspiran a la Presidencia de la
República, sino a alcaldías, gobernaciones, concejos, asambleas y congresos.
Ha
habido casos en los que los delfines y clanes políticos terminan involucrados
en escándalos por causa del clientelismo, así vemos a los Char, Geneco, López
Cabrales, Vives, Jattin y Moreno; como ejemplo. Padres, madres, hermanos, tíos
y primos buscan elegir a sus parientes al Congreso para perpetuar sus apellidos
en el Capitolio.
Este
fenómeno no es nuevo, varias castas de diferentes regiones, especialmente de la
costa atlántica, han heredado sus curules en el Legislativo a sus
descendientes. En Colombia, no es lo
mismo aspirar a un escaño en el Congreso con apoyo de un padre o un tío con
poder, que intentar llegar sin ese respaldo.
Los apellidos como salvoconducto
En
Colombia existen 17 familias que aspiran mantener su poder político en el país
y se han repartido el mando del país por zonas o regiones y la periodista Daniela Garzón del Diario Razón
Pública, detalla cómo es dividido el poder y así tenemos que la región Caribe es donde más se nota: Arturo
Char, hermano de Alejandro, el alcalde de Barranquilla e hijo del ex
congresista Fuad Char Abdala, busca ser reelegido como senador del partido
Cambio Radical, mientras que César Lourdy, Modesto Aguilera, José Amar y Karina
Rojano son las fichas de ésta familia para la Cámara de Representantes.
Explica
la periodista Garzón que en el Magdalena, están los Díazgranados y esa
familia, una vez que culmine su curul en la Cámara dará su apoyo a Hernán Guido
Ponce y Miguel Anún Escaf, ambos por el partido de la “U”.
En
la Guajira, Fernando Gómez Bacci fue
aspirante a senador por el partido Opción
Ciudadana (OP), su padre es el exgobernador Juan Francisco “Kiko” Gómez,
quien está pagando una condena por homicidio. Su madre Bibiana Bacci, también
fue senadora y diputada del departamento.
Comenta
Garzón que en el Cesar, los Gnecco, del partido de la “U”. Cielo Gnecco Cerchar
es prima de “Kiko” Gómez y madre de Luis Alberto Monsalvo, exgobernador del
departamento. Su hermano es el también exgobernador Lucas Gnecco Cerchar, quien
tiene como senador a su hijo José Alfredo, aspirante de nuevo a esa curul.
También
están los Araújo, que buscaron llegar al senado con Sergio Araújo Castro por el
partido Centro Democrático. Es hijo
del congresista Álvaro Araújo Noguera, hermano del exsenador Álvaro Araújo
Castro y primo de del exgobernador Hernán Molina Araújo; éstos 2 últimos
condenados por “parapolítica”. Su otra hermana es María Consuelo Araújo,
gerente de Transmilenio en Bogotá.
Añade
Garzón que en Bolívar está el matrimonio de los exsenadores Juan José García y
Piedad Zuccardi, vinculados a casos de parapolítica y corrupción. Andrés, su
hijo es senador por el partido de la “U”.
Explica
Garzón que una de las familias más
importantes de Sucre son los Guerra;
los hermanos Antonio por el partido Cambio
Radical y María del Rosario por el partido Centro Democrático, los cuales quieren repetir en el senado; son
hijos de José Guerra Tulena, quien fue un político de larga trayectoria en la
región y hermano de Joselito, condenado por corrupción. Antonio además ha
sido investigado por el caso Odebrecht.
También está Julio César Guerra Tulena, hermano de José, que entre otros
cargos, fue gobernador de Sucre siendo muy cuestionado por corrupción. Su hijo
Julio Miguel del partido Opción Ciudadana (OP), es senador y busca ser
reelegido.
Los
Bechara y los Besaile resaltan en Córdoba.
Erasmo Zuleta Bechara, del partido de la
“U”, aspirante a ocupar la curul que dejó su primo Raimundo Méndez Bechara
en la Cámara, es hijo de Mara Bechara, quien es investigada por corrupción en
proyectos de ciencia y tecnología. Su hermana, Rossana Zuleta Bechara, es esposa
de Edwin Besaile, gobernador actual del departamento suspendido por el
escándalo del Cartel de la Hemofilia.
El
exsenador Musa Besaile, hermano de Edwin, está preso por corrupción. Su
candidato para el Senado es su otro hermano Jhony Besaile, que se lanzará por
el partido de la “U”.
Comenta
la periodista Garzón que los
Valencia están presentes en la historia política del Cauca y del país durante muchos años. Su candidata es la senadora
Paloma Valencia, congresista por el partido
Conservador y su abuelo, Guillermo León Valencia fue Presidente de la
República entre 1962 y 1966.
En Chocó están los Sánchez Montes de Oca;
Astrid Montes de Oca, exsenadora, fue candidata por el partido de la “U”. Su hermano Patrocinio fue alcalde de Quibdó y
gobernador del departamento y en su administración tuvo problemas por
corrupción. Odín Sánchez Montes de Oca fue congresista, ambos estuvieron
vinculados a procesos de investigación por parapolítica. También están sus
hermanas Odele y Siris, quienes desempeñaron cargos departamentales de los que
salieron muy cuestionadas por corrupción.
Los
Chicango Castillo ganaron renombre en el Valle
del Cauca, tal y como lo cuenta la periodista Garzón en su investigación. La congresista Nancy Denise Castillo y
el exconcejal Orlando Chicango tienen herencia en sus dos hijos: Juan Manuel es
concejal en Cali y Andrés Mauricio fue diputado del departamento y se lanzó a
la Cámara por el partido Liberal.
Añade Garzón que una familia muy conocida en Santander es la de los Aguilar. El coronel retirado de la policía y condenado por parapolítica, Hugo Aguilar Naranjo, fue gobernador del departamento entre 2004 y 2007. Uno de sus hijos, Richard ocupó también ese cargo entre 2012 y 2015 y aspira a ser elegido senador por el partido Cambio Radical, mientras que el otro, Mauricio es senador y seguiría los pasos de sus parientes en la gobernación.
En
el norte de Santander están los
Cristo. Andrés Cristo es representante a la Cámara y candidato al Senado por el
partido Liberal. Su hermano Juan
Fernando fue precandidato presidencial, senador y Ministro durante el gobierno
de Juan Manuel Santos. Su padre fue el político Juan Cristo Sahium, quien fue
asesinado por el ELN en 1998.
Hay
otra familia importante, los Guerra, pero en Antioquia. Fue posicionada por Bernardo Guerra Serna, dirigente
liberal considerado “el papá” de muchos políticos, incluido el presidente
Álvaro Uribe Vélez. Actualmente, dos de sus hijos siguen en cargos públicos:
Bernardo Alejandro es concejal de Medellín por el partido Liberal y Andrés es el director del partido Democrático en la región. Su candidato para el Congreso es Luis
Martínez, quien aspira a la Cámara por el partido Liberal.
Garzón culmina
su investigación comentando que en el Tolima,
los Jaramillo son quienes lideran. Mauricio Jaramillo Martínez fue cuatro veces
senador y exsecretario general del partido liberal. Su hermano Guillermo
Alfonso fue congresista, gobernador del departamento y actualmente es alcalde
de Ibagué. Los padres de ambos, Alfonso Jaramillo Salazar e Hilda Martínez de
Jaramillo, estuvieron en el Congreso. Mauricio Jaramillo apoya a los liberales
Olga González al senado y a Ángel Gaitán a la Cámara.
El
empresario boyacense y exsenador Jaime Ramírez Barrera tiene a su hija
Constanza Ramírez Acevedo y a su nieto Oscar Ramírez Vahos como aspirantes a la
Cámara por Boyacá y Bogotá, respectivamente.
Esta práctica está tan arraigada a la cultura colombiana, que cuando algún ciudadano denuncia sobre la legalidad de las decisiones respecto a las familias y el poder económico, vemos declaraciones como las de la abogada Claudia Dangond Gibsone, quien en una entrevista al diario El Tiempo aseguró que “las familias políticas, en sí mismas, no son algo malo y puede ser bueno en la medida en que hay familiaridad con el ejercicio político, la situación se complica cuando la familia desdibuja el servicio por el beneficio propio”. Dejó claro también que “en los grupos debe haber un parentesco, pero si se apoya a alguien que no hace parte de la familia y que de alguna manera está relacionado con la ideología que se defiende, permite mantener los intereses familiares”.