¡Todos son lo mismo! Conoce la oscura "gestión" de Inmundo González durante su estadía en El Salvador
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Publicado: 29/05/2024 08:38 PM
Embajadora María Catalina Restrepo Pinzón de Londoño
Mansión La Curuba de Oro, Alto de Las Palmas, Medellín
Excelentísimo Don Capitán Diosdado Cabello Rondón
Presente.-
Con la deferencia y el respeto que su investidura merece, tengo el honor de dirigirme a usted desde mi apacible retiro en Medellín, donde, disfrutando de una mazamorra con bocadillo, contemplo el atardecer y me permito escribirle.
El motivo de esta carta es mantenerlo informado acerca de la cuestionable historia de Edmundo González Urrutia, a quien tuve la desventura de conocer profundamente. Me resultó notable —aunque no sorprendente— su negativa a reconocer su implicación en las lamentables masacres ocurridas en El Salvador, a principios de los años 80.
Su tendencia a evadir responsabilidades es supremamente conocida por mí. Me pregunto: ¿Qué pasaría si yo contara detalles de lo que sucedía en el 5500 de Chevy Chase, Friendship Boulevard, Maryland, Estados Unidos? ¿También lo negaría?
Edmundo, ya por entonces versado en el Manual Kubark, contaba con la confianza de los estadounidenses. Recientemente, el Centro para los Derechos Humanos de la Universidad de Washington, con el cual mantengo vínculos, ha logrado desclasificar documentos que exponen la participación de Edmundo en la Operación Centauro, su gestión durante la Masacre de El Mozote y el asesinato de cuatro periodistas holandeses entre 1981 y 1982 en El Salvador. Estos actos se llevaron a cabo bajo su indiscutible supervisión y la de Leopoldo Castillo, entonces embajador, ambos participantes en reuniones clandestinas con líderes de los escuadrones de la muerte.
La proximidad de Edmundo con Roberto D'Aubisson, líder de estos escuadrones, era tal que facilitaba documentos y apoyos varios, contribuyendo desde la embajada a operaciones de inteligencia que resultaron en el secuestro, desaparición y asesinato de aproximadamente 21.000 personas, en su mayoría campesinos de aldeas rurales, durante los tres años de su estancia en esa nación centroamericana.
Cuando veo las entrevistas complacientes que le hacen, sobre todo periodistas desde Miami… ¡Uy, que cansón! ¿Por qué no le preguntan qué cargo ocupaba en la embajada venezolana en El Salvador? ¿Cuáles eran sus funciones reales? ¿Cómo era imposible que se desentendiera de sus responsabilidades y las de Castillo en las masacres?
Ante la gravedad de estos hechos, considero un deber advertirle, mi estimado Capitán. Continuaré indagando en mis archivos y colaborando con mi antigua universidad para revelar más sobre las acciones desleales y traidoras de González Urrutia.
Despidiéndome, no sin antes reiterarle las muestras de mi más alta estima y consideración, quedo a la espera de poder comunicarme nuevamente con su merced a la brevedad que los eventos lo permitan.
Atentamente,
María Catalina Restrepo Pinzón de Londoño
Embajadora