Memorias de una revolución traicionada
Publicado: 26/01/2021 04:51 PM
Si alguna vez la
izquierda venezolana ha sido ingenua y heroica fue durante el proceso de
derrocamiento del general Marcos Pérez Jiménez (1948-1958). Y por izquierda
entiéndase a todos los comandos estratégicos, tácticos y operativos de la
coalición del PCV, URD y AD. Constituidos en aparato de organización civil,
militar, obrero y campesino.
Desde las catacumbas
de la lucha clandestina todas las fuerzas se nuclearon en torno a la Junta
Patriótica cuyo máximo estratega y jefe fue Fabricio Ojeda, venido
del ala anti imperialistas de URD. En todos esos partidos, inclusive en Copei,
existían fuertes corrientes revolucionarias.
Todos ellos pusieron
fin al último periodo dictatorial en Venezuela. Abriendo las puertas a un
sistema democrático formal. La
concepción democrática de quienes lucharon en la clandestinidad era radical, con un profundo contenido patriótico y
popular. La democracia betancurista, consensuada en los restaurantes de Nueva York, fue una democracia de salón, boba,
sumisa y entreguista.
Este proceso
revolucionario fue encabezado por el Partido Comunista de Venezuela. Con la sangre
de sus mejores hombres y mujeres se empedraron de buenas intenciones el camino de la traición
de la IV República. La lucha subterránea
fue realizada por los dirigentes de la Junta Patriótica dentro de nuestro
territorio venezolano.
Más allá, en los
palacios del capitalismo, fuera de nuestras fronteras, en un exilio dorado, las
élites de estos partidos panificaron un plan de derrocamiento y entrega de
nuestras riquezas al imperio norteamericano. Entonces se supo verdaderamente de
donde son los farsantes.
La Junta Patriótica
que operó desde las cárceles, el campo, los barrios, las calles y los cuarteles
era por su naturaleza intrínseca la anti tesis de las élites de AD, URD y
Copei, que a toda costa querían el poder con el solo ánimo de ejercerlo para
controlar a Venezuela. El poder en sí mismo no es un fin sino un medio de
transformación social. El poder es una herramienta al servicio del desarrollo
integral de los pueblos.
Por eso la historia
oficial de 1958-1998, la de los grandes académicos y portentosos titulares han
tratado siempre de ignorar y soslayar la importancia crucial de la Junta
Patriótica en la victoria popular de la Revolución de Enero que culminó el día
23.
A última hora, en el minuto histórico, en la
encrucijada estratégica, después de diez años de lucha clandestina la Junta
Patriótica la apartaron del triunfo y la excluyeron de los acuerdos políticos
relevantes. Peor aún, ingenuamente confiaron en los ausentes que espaldas del
pueblo se repartieron el poder en NY, la capital del capitalismo.
Simón Sáez Mérida
junto con la Juventud de su partido AD fueron igualmente sacrificados en los
altares de la democracia participativa. Luego AD se dividió tantas veces (MIR,
ARS, PRIN y MEP) que quedó reducida a un
partido acéfalo cuyos mejores dirigentes e intelectuales tomaron la montaña en la lucha armada o fueron
fusilados en las montañas de la insurrección. Otros como Raúl Ramos Jiménez,
Jesús Ángel Paz Galarraga y el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa asumieron
una posición frontal desde sus tribunas contra Betancourt, sus adláteres y advenedizos.
AD pasó a ser una
monstruosa maquinaria electoral sin cabeza. El pragmatismo puro y duro:
Compañero de partido,
muérase usted primero, compañero en la lucha, para sucederlo y mandar yo en su
nombre. Acto seguido los efusivos
saludos, abrazos de la hipocresía, al mejor estilo del Iscariote.
Así era el guion de la CIA y
las instrucciones que con voz nasal, chillona, con tono fingidamente
grave y engolado enviaba Betancourt desde el norte.
La jugada final del
padre de la democracia puntofijista consistió en llegar de último para tomarse
la foto bajando de las escalinatas del avión en Maiquetía y cantar “caída
y mesa limpia”. Ahora cobramos completo. Destituyó a dos coroneles,
miembros de la Junta de Gobierno encabezada por Wolfgang Larrazábal, para
incorporar a representantes del mundo empresarial y la sociedad civil. ¿Dónde
estaba metido Fabricio Ojeda cuando se hizo ese enroque en el tablero?
Con ello Betancourt
dio los primeros pasos para cementar su
propio cementerio particular con las
lapidas de los más brillantes cuadros de la avanzada juvenil de izquierda.
Posteriormente lo incremento cobrándose la vida
de los propios jóvenes de la Juventud de Acción Democrática alzados en
armas bajo las siglas del MIR.
La izquierda absorta
en su alianza clandestina no descifró
correctamente el mensaje espiritual y radical del pueblo y del ala patriótica
de las Fuerzas Armadas. El 1º de enero
de 1958 dos aviones de guerra sobrevolaron Caracas para bombardear a Miraflores
y la sede de la Seguridad Nacional. Este evento fue un jaque mate anticipado al
régimen dictatorial. El Trejazo fue el
agente catalizador para desencadenar el golpe final veintitrés días después. Acto necesario de un proceso que
puso de manifiesto la existencia de unas Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Desde lejos Betancourt, Rockefeller y la CIA monitorearon
la situación para posteriormente cabalgarla toda vez consumada la rebelión
popular. Propiciaron la caída de un general, que por sus indetenibles planes desarrollistas,
les era incómodo a los poderes fácticos internacionales. Pérez Jiménez fue el
cerdo expiatorio, sobre quien tendieron una aureola funesta de rapaz y
sanguinario. AD se encargaría de superarlo con creces en todos los aspectos del
saqueo, la represión, muertos desaparecidos y torturados. Se encargó de vejar y
humillar a Venezuela, usufructuando en beneficio propio y por personas
interpuestas sus riquezas.
Así pues, El suceso
del 1º de enero fue un golpe técnico inesperado que Pérez Jiménez detuvo, pero
que no logró aplacar. Se abrieron las compuertas de la insurrección popular. Gracias
a Trejo el caudal del descontento social comenzó a
desbordar su cauce. Los días venideros fue una verdadera fiesta de protestas y
manifestaciones callejeras.
El brazo humorístico
de la revolución lanzó sus flechas ácidas cargadas de ingeniosos chistes y
sátiras beligerantes. Los intelectuales publicaron sendos y sesudos manifiestos
por la prensa. El sindicato de la
inteligencia difundió escritos anti dictatoriales. Las mujeres y los
estudiantes tomaron la calle con banderas nacionales, los obreros pusieron el pecho contra las balas, los curas
con sus homilías arengaron desde sus púlpitos la revuelta, muchos hogares
dieron refugio a los perseguidos y llevaron comida a los presos. Los campesinos alzaron sus machetes y los
artistas protestaron desde sus tribunas contra el régimen. La dictadura se
resquebrajó, los tres cochinitos (Pérez Jiménez, Lovera Páez y Laureanito
Vallenilla) se tambalearon hasta que no les quedó más remedio preparar sus
planes de fuga..
El 3 de enero
Fabricio Ojeda desde las trincheras subterráneas de la Junta Patriótica, hace
un llamado a la unión cívico – militar para poner fin a la dictadura. Las
tropas de Trejo se rindieron en Ramo Verde – Los Teques, pero la revolución ya
flotaba en a los cuatro vientos.
Cómo medida in
extremis, para salvar al gobierno el alto mando militar perezjimenista propuso
y exigió la inmediata expulsión del país del Dr. Laureano Vallenilla Planchart
y Pedro Estrada. El dictador despidió entonces a los jefes del aparato
represivo pero como buen ingeniero y constructor de grandes obras seguía sin
entender mucho de la crisis política que le rodeaba. Las Fuerzas Armadas
entonces se fracturaron.
Desde ese día la
central represiva entra pánico. El destituido Ministro del Interior, Laureano
Vallenilla, firmó sus últimas órdenes de detención. Por medio de llamadas
telefónicas alerta a sus pocos amigos de la infancia, militantes comunistas,
para informarles que sus cabezas tenían precio. Los sabuesos de la represión
andan sueltos apresando indistintamente a comunistas, alzados, estudiantes y
gente de a pie. Entre la primera semana de 1958 y el 23 de enero cientos son
arrojados a los sótanos de la Seguridad Nacional- SN. Allí cantan el Himno Nacional
y cargan como condecoraciones las laceraciones dejadas por las torturas y planazos causados por las peinillas de los
patas blancas de la Guardia Nacional.
Mientras el PCV y el
ala revolucionaria de las juventudes de
Acción Democrática y URD exponían sus vidas en la lucha clandestina, el
17 de diciembre del año en curso, a espaldas del pueblo, se firma en Nueva York
el Pacto Tripartito que dejó por fuera a todas las generaciones que dieron su
vida por Venezuela. Este acto se firmó en presencia del jefe de Asuntos para
América Latina del Departamento de Estado. El mismo seria simbólicamente
refrendado el 31 de octubre de 1958 en una quinta ubicada en Las Delicias cuyo nombre “Punto Fijo” es
sinónimo de represión y barraganería política. Su propietario el Dr. Rafael
Caldera Rodríguez.
El 21 de enero
estalla la huelga general. Civiles y estudiantes hacen frente a los agentes del
orden público. La conmoción social se extiende a varias ciudades del país.
Varios oficiales de alta jerarquía ponen
un ultimátum a Pérez Jiménez y se ve obligado a abandonar el Palacio de
Miraflores. La rebelión militar está en marcha.
Por los corredores de
la Seguridad Nacional se pasean nerviosos los funcionarios de la policía
política del Estado enseñando sus ametralladoras a los cientos de detenidos.
Amenazan con apretar los gatillos y fulminarlos a todos. Detrás de las rejas
los jóvenes revolucionarios esperan la ráfaga que dará fin a sus vidas. La
tensión crispa los ánimos de los esbirros, cuando se oyen desde fuera gritos, cañonazos y
voces de júbilo que gritan consignas libertarias. La toma de la Bastilla estaba
por ocurrir, la sede de la SN estaba sentenciada, por la voluntad soberana, a
abrir sus rejas a la libertad plena y la institucionalización de la Democracia
Revolucionaria. Sin embargo ya Betancourt había pactado con Rockefeller y el
Departamento de Estado la entrega de
nuestra soberanía economía y recursos naturales.
Cuando el pueblo rompió las puertas de la infame sede, los policías huyen, algunos son
linchados y desmembrados. Hubo policías que trataron de camuflarse entre los
presos liberados y lograron escapar. El más sanguinario de todos los asesinos
de la SN, conocido como “El Gavilán” tenía la monomanía de torturar a los
presos sacándole las uñas con alicates o desprender los pezones de las
detenidas con una tenaza mientras estaban montados sobre el cortante y afilado
ring. Este fue inmediatamente reconocido, opuso resistencia pero no pudo evitar
que una estaca que enarbolaba la Bandera Nacional le fuera clavada en el pecho,
quedando atestado contra un banquillo del local. Hubo un saldo aproximado de
500 muertos.
Esa madrugada del 23
de enero de 1958, a las 3:00 am, una aeronave C-54 Skymaster, conocida como la
Vaca Sagrada levantó vuelo sobre Caracas. La aeronave presidencial llevaba a bordo al
dictador que huía junto con su familia y colaboradores más cercanos.
La derecha viendo el
peligro del ejército revolucionario y progresista de Trejo de ipso facto lo
enviaron a una embajada para distraer a sus seguidores. Al aeropuerto de
Maiquetía fueron 400 oficiales a despedirlo como símbolo de lealtad a la
Patria. La izquierda ciega y desprevenida entregó ciegamente el poder. Fabricio
Ojeda quedó reducido a una diputación que obtuvo en las elecciones
subsiguientes.
Los tres grandes
ausentes, que no aportaron ni esfuerzos ni sangre, regresaron al país rodeados
de homenajes de bienvenida. Los tres cochinitos fueron sustituidos por Rómulo, Caldera y Jóvito. Al descender las
escaleras impecablemente vestidos en Maiquetía la prensa hizo un banquete
mundial de noticias. Eran las caras visibles de la revolución traicionada.
Había muerto el espíritu revolucionario de unidad nacional anti imperialista del 23 de enero. Invisibles
y estupefactos permanecieron los cuadros revolucionarios sobre quienes se
desataron 40 años de brutal persecución
y aniquilamiento.
¡Prohibido olvidar! ¡La Revolución Bolivariana es para siempre! ¡Venceremos!
ALEJANDRO CARRILLO