El hambre en Palestina, más allá de las cifras
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BBC Mundo
Publicado: 29/08/2025 04:17 PM
El hambre ocasionada por Israel en contra del Pueblo palestino, es una historia de terror. El arma del control israelí sobre la entrada de alimentos, está ocasionando una mortandad aún mayor que las bombas.
En una entrevista realizada a la Directora Ejecutiva del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF por sus siglas en inglés), Catherine Russell, declaró que “el hambre es una realidad insoportable para los niños en Gaza", y leyó la reflexión de una militante de la Organización Palestina Grito de Libertad, en la celebración de la Semana Mundial de la Lactancia Materna la segunda semana de agosto y la presentamos en esta investigación:
“Como madre, no entiendo
con qué cara se celebró Semana Mundial de la Lactancia Materna, mientras
hay bebés muriendo de hambre en Palestina. Hay bebés que no pueden ser
amamantados porque sus madres están desnutridas o han sido asesinadas. Bebés que no tienen acceso a
fórmulas lácteas, porque Israel bloque la entrada de alimentos y ayuda
humanitaria. Bebés que mueren en los brazos de mujeres que le dieron la vida y
ahora los ven morir.
Y mientras tanto, el
contenido del lado de la crianza y la maternidad sigue igual: consejos de
lactancia, frases sobre el apego, memes y consejos sobre sus rutinas
Montessori, tips de disciplina, entre otros.
Pero ni una palabra sobre las
madres palestinas que están enterrando a sus hijos con el estómago vacío, ni
una sola palabra sobre el hambre como arma de guerra, ni una palabra sobre el
genocidio.
Priorizar la lactancia
materna: crear sistemas de apoyo sostenibles; es el lema del año. Pero, ¿Qué
sistema de apoyo existe para una madre que ha perdido el acceso al agua, al
alimento, a la salud, a la seguridad y a la vida misma? ¿Qué sostenibilidad
puede haber en medio de un genocidio? ¿A quiénes están destinadas esas campañas
si no nombran a las madres que más apoyo necesitan y que más están siendo
violentadas?
Si la lactancia, la
maternidad o la infancia solo importan en contextos cómodos y privilegiados,
entonces no es una verdadera defensa de la lactancia. Lo contrario es
marketing, capitalismo consumista e hipocresía de la crianza; es usar la
maternidad como nicho de negocio, mientras se ignora el dolor real de otras
madres.
No utilizar las plataformas
para visibilizar esto, no es neutralidad, es indiferencia. Y si los niños
palestinos no les duelen, entonces debemos cuestionar su verdadero interés por
la infancia.
La maternidad no puede ser apolítica, la defensa de la infancia no puede ser selectiva, y el silencio frente al genocidio, también es violencia”.
Luego de esta intervención, la sala quedó en silencio. No pasó nada, no hubo acciones al respecto.
Política calculada de
inanición
Para Jonathan Whittall,
jefe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos
Humanitarios (OCHA) en los territorios palestinos, "lo que Gaza
está presenciando no es sólo hambre, sino una política calculada de
inanición".
Según informes de
organizaciones internacionales como OCHA, UNRWA, OXFAM y Save
the Children, la población de Gaza se enfrenta a una dura lucha por
sobrevivir, y los mismos informes advierten que miles de niños corren el
riesgo de morir por falta de alimentos y medicinas en una situación humanitaria
"causada por el hombre".
También, el investigador Alex de
Waal explicó en su libro Mass Famine: Its History and Future
(Hambruna generalizada: su historia y futuro), que las hambrunas contemporáneas
suelen ser el resultado de decisiones políticas y militares deliberadas, y no
de la escasez natural de alimentos. Lo que preocupa es que todos denuncian la hambruna, pero ésta sigue aumentando.
También sobre la hambruna, y desde una perspectiva diferente a las cifras e informes respecto al genocidio, el médico Shehab Ezzidem
escribió en sus redes sociales sobre el horror:
“Te lo juro, ante Dios, ante este desdichado
siglo, ante cualquier destello de humanidad que aún pueda quedar en mí, lo que
he visto hoy, no era vida.
He visto el colapso de todo
lo que alguna vez pretendió ser sagrado. Antes los viernes en Gaza eran
sagrados; no por tradición, sino porque eran tiernos.
Un padre llegaba a casa con
pescado o pollo y durante una hora comíamos como personas, éramos pobres, pero
no degradados.
Sonreíamos alrededor de la
mesa, dábamos gracias a Dios por la comida y nos sentíamos vivos, nos sentíamos
dignos de aliento.
Incluso, los más pobres,
conocían esta dignidad, ahorraban toda la semana, soportaban el hambre no por
costumbre, sino por esperanza, por ese día, esa comida, esa ilusión de una vida
normal.
Pero ahora… hoy es viernes.
He caminado por las calles de Gaza, no para celebrar, ni siquiera para
alimentarme, sino para buscar arroz, arroz podrido, granos grises que se pegan
a los dedos y no saben a nada.
Cualquier cosa, con tal de
engañar al estómago para que guarde silencio. Mi hermano buscó en un mercado,
yo busqué en otro, volvimos con migajas. Pagamos con las últimas monedas que
teníamos.
Piden oro a cambio de
cenizas, y lo pagamos, porque los niños deben comer y porque ya no nos
atrevemos a decir lo que es justo. Pero no he venido a hablar de arroz ni de
justicia, he venido a confesar lo que vi:
Pasó un camión, estaba vacío.
Su suelo estaba cubierto de una fina capa de polvo de harina. Sólo polvo, no
bolsas, ni pan, solo el rastro de algo que una vez podría haber salvado a un
niño.
Y entonces lo vi. No eran
rebeldes, ni criminales, eran niños que corrieron como cosas cazadas hacia ese
camión. Lo escalaron con las manos que nunca han sostenido un juguete. Cayeron
de rodillas como ante un altar y empezaron a raspar. Uno tenía una tapa rota,
otro un trozo de cartón; pero los otros usaron sus manos, sus lenguas, lo
lamieron.
Lamieron el polvo de harina
del acero oxidado de la suciedad, de la parte trasera del camión que ya se
estaba marchando. Un niño se reía, no porque estuviera contento, sino porque el
cuerpo se vuelve loco cuando muere de hambre. Otro lloraba en silencio, como
alguien que ya no cree que nadie le escuche.
Y yo me quedé allí, con toda
mi vergüenza, con las manos en los bolsillos, como quien espera un autobús.
Como si no estuviera viendo el fin del mundo.
Quería gritar, pero ¿Qué
grito puede llegar al cielo, cuando el cielo mismo es sordo? ¿Qué palabras
puedo ofrecer? ¿Qué palabras pueden explicar el sonido de la lengua de un niño
lamiendo el óxido del piso de un camión para buscar harina?
Ya no quedan metáforas, no
hay belleza en esto, solo pecado, solo crimen. Y todos somos culpables. Tu, yo,
los que enviaron el camión, los que enviaron las bombas.
Este es el siglo XXI, pero la
historia no ha avanzado, se ha tragado a sus propios hijos y lo ha llamado
progreso.
No quiero escribir esto, no
quiero verlo, quiero olvidar al niño que lamió el suelo del camión. Pero no
puedo, porque lo vi. Porque es real, y si lo olvido, entonces ya no soy
humano”.
Es un clamor mundial, hay que acabar con este absurdo, que se abran los pasos fronterizos para que la ayuda humanitaria entre sin problemas, no puede ser que el régimen sionista sea el que se encargue de gestionar la hambruna creada por ellos mismos. El mundo debe gritar más alto.
AMELYREN BASABE/REDACCIÓN MAZO