¿Camuflaje? Así operó el fascismo en Latinoamérica a partir del 2000
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Publicado: 18/10/2024 06:00 PM
El fascismo no se ha ido de Latinoamérica y los Pueblos deben estar
atentos y derrotarlo. Para demostrar su actuación en la región durante los
últimos 24 años, haremos un repaso de lo sucedido en nuestros países.
Hace apenas unos pocos años atrás,
vimos los asaltos a las democracias de Honduras, durante el mandato de Zelaya
en 2009 y de Paraguay en el gobierno de Lugo en 2012, los cuales se planificaron
en la embajada estadounidense respectiva con el objetivo de que en esos países se gobernara de acuerdo a sus
intereses.
Bajo la excusa de la guerra
contra el narcotráfico, el International Crisis Group en 2014 realizó una investigación para la
revista norteamericana Foreign Policy,
en la que detalló que “nuestra principal preocupación radica en el impacto
de la criminalidad organizada y lo que podemos denominar insuficiencia
institucional en varios países latinoamericanos”.
Entonces, con el fin de justificar la injerencia en los países latinoamericanos, el International Crisis Group explicó en la investigación que “el triángulo norte de América Central, conformado por Guatemala, Honduras y El Salvador, en donde los grandes carteles de narcotráfico han encontrado en esta zona un paraíso de impunidad frente a instituciones débiles. En El Salvador, por ejemplo, fue tal la expansión y poder de estos grupos, que el gobierno tuvo que aceptar una tregua entre las mafias que devastaban la capital”. Es importante tener claro que la Administración de Control de Drogas (DEA), que es la agencia del Departamento de Justicia de los Estados Unidos dedicada a la lucha contra el contrabando y el consumo de drogas en los EEUU; no ha dejado de tener presencia en las zonas y es la que se supuestamente encarga de evitar este tipo de actividades.
Por otro lado, el expresidente ecuatoriano
Rafael Correa ha dicho en varias
oportunidades que “estamos ante una nueva Operación
Cóndor, como se llamó a la
conspiración transnacional ejecutada por las dictaduras suramericanas en las
décadas de los setenta y ochenta, que asesinó líderes de la izquierda
democrática en una decena de países y ejerció el terrorismo de Estado a nivel
continental”.
También, Correa recalcó, en una entrevista
ofrecida a Euronews en 2015, que “sin lograr divisarlo desde la mirada
desprevenida de una ciudadanía atada a los rigores de la cotidianidad, hemos
sido sometidos a un enrevesado experimento de recolonización que tiene dos
tiempos de ejecución: 1) hacer fracasar los proyectos emancipatorios
emprendidos en cada uno de los países latinoamericanos, y 2) imponer el
autoritarismo como sostén principal de la restauración neoliberal”.
Bajo el mismo esquema pero con
una nueva estrategia, en Brasil durante el año 2016, utilizaron el
“impeachment” para derrocar a la presidenta Dilma Rousseff con un
golpe parlamentario organizado desde la embajada estadounidense, cortando así un
mandato constitucional obtenido en la elección de 2014, con más de 54 millones
de votos. Se consumó de esta manera, la ruptura de trece años de gobierno encabezado por el
Partido
de los Trabajadores (PT). Su líder, Luiz Inácio Lula da Silva, sería paralelamente objeto de
persecución judicial y condena sin pruebas, con el objeto de más adelante, apresarlo
e inhibir su candidatura presidencial en 2018.
Por supuesto y como ya es
costumbre, un importante sector de la élite brasilera, junto al monopolio
mediático, apoyó la ofensiva de jueces y fiscales con asesoría norteamericana
para liquidar el proceso progresista; a ello le siguió un programa de ajuste en
la inversión social, privatizaciones y regresión de derechos adquiridos.
Incluso, en una investigación que se
publicó en el portal La Tinta llamada “Alerta, alerta que camina el fascismo por América Latina”,
realizada por Javier Tolcachier en
2018, se explicó que “asentado en el golpismo, la traición a su alianza
electoral y un programa severamente antipopular, el gobierno de Michel Temer abiertamente inmiscuido en el caso de corrupción más famoso
de la región, como lo fue Lava Jato, en el que incluso encontraron audios
del entonces presidente negociando millones de dólares con los empresarios, así
como la compra del silencio del expresidente de la Cámara de Diputados,
Eduardo Cunha”.
Tolcachier también explicó en su investigación que “a esta arremetida frontal del poder económico, se le sumaron fuerzas del neofascismo, que se disfrazó como una lucha a favor de los derechos humanos de las mayorías. De esa manera, la discriminación de los negros y de las mujeres, el ataque a las diversidades sexuales, el revanchismo y el odio, la represión, el orden sin progreso social, fue la bandera que levantó el excapitán del ejército y diputado federal durante siete mandatos consecutivos, Jair Bolsonaro. Un exponente de la misoginia y el racismo como Bolsonaro pretendió emular la senda de Donald Trump y apeló a prácticas retrógradas para incorporarse en el movimiento de extrema derecha que hoy avanza con fuerza en el mundo".
También en 2018, el
economista e historiador Yldefonso Finol, experto en Derechos Humanos y
Derecho Internacional de Refugiados, detalló en su libro llamado “Vuelve
el
fascismo a Latinoamérica”, que “el fascismo nunca se ha ido, la
dirección de esta operación continental la lleva el imperialismo estadounidense
a través de sus instrumentos tradicionales de control, como los Departamentos
de Estado y de Defensa, Agencias de Inteligencia y Contrainteligencia,
Secretaría del Tesoro, el sistema de injerencia diplomática y manipulación
informativa, con presencia de Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y la
participación de la clase política privilegiada, subordinada a los intereses
del capital dominante; que lo justifican con la supuesta lucha contra la
corrupción, el narcotráfico, y hasta la defensa de la separación de poderes y los
derechos humanos; cualquier patraña es buena si la misma permite reinstalar la
hegemonía imperialista”.
Es así como la historia
evidencia que el poder imperial siempre hará cualquier intento que
desestabilice los Pueblos latinoamericanos que no se acoplen a los designios
estadounidenses. Cuando los Pueblos deciden ser libres, EEUU hace todo lo imposible e impensable para recuperar lo ellos que asumen como su “patio
trasero”.
AMELYREN BASABE/REDACCIÓN MAZO